viernes, 24 de marzo de 2017

Creo que pronto empezaré a usar una peluca. 

Un problema de salud, sumado a la herencia de poquísimo cabello, ha dado como resultado que, desde hace meses, no pase una mañana en la que no me vea al espejo y piense - de pasada o con preocupación creciente, como observación o reclamo, con resignación o tristeza - que “odio mi cabello”.  A estas alturas, 31 años y contando, en este mundo colonizado, heteropatriarcal, bla, bla, bla, ya una debería estar acostumbrada a no gustarse. Al mismo tiempo, en la vida de todos los días que está hecha de miniresistencias, una se acostumbra también a gustarse: hacer intercambios, trade – offs, trabajar con lo que se tenga. No ser nalgona pero tener bonitos ojos. No ser alta pero mira qué pantorrillas. No ser delgada pero mis lunares quizás tienen un mensaje oculto.

Y yo ahora tengo un recurso menos para la resistencia, creo. Porque mi cabello se cae, y me recuerda que nuestra capacidad de renovarnos no es tan rápida ni tan fuerte como nuestra capacidad de pérdida. Me muero todos los días, dice Sabines, y yo veo todos los días irse por la coladera un montón de cabellos que ni siquiera han sido acariciados lo suficiente. Los que quedan, además, no ‘compensan’ a los que se van: son, además de pocos, feos: delgadísimos, se rompen, forman nudos, no brillan, no vuelan, no invitan a ningunos dedos a enredarse en ellos, ni a ningunas manos a jalarlos en medio de ningún arranque apasionado, ni a ningún rayo de luna a hacer nido en este lugar, faltaba más (o menos).

Pero hoy me cansé de estar triste también por esto. Porque, puta, además: el cabello. Ojalá fueran estrías, o cicatrices escandalosas en los muslos, o celulitis en el vientre. Esas cosas que puedes disimular con ropa o maquillaje, o decidir sólo mostrar a los merecedores de su gloria, como una cicatriz en forma de clavo que se deja acariciar sólo por los incrédulos que necesitan la certeza de la piel, las heridas, el amor. Pero puta madre, el cabello. ¿Cómo le oculto a quienes me miran que hay algo aquí que no funciona como debería?

Estoy cansada de estar triste, decía. También por esto. Así que renuncio. Porque una cosa es la pérdida, y las cosas que no puedo detener. Y otra cosa es la renuncia, la voluntad triunfando sobre el espejo. Mañana voy a ir a cortarme el cabello, chiquitito, pegado a la cabeza. Y después voy a comprar una peluca de cabello abundante, oscuro, natural y brilloso. Y después voy a aprender otro performance, y me voy a repetir mil veces que estoy actuando la sobrevivencia, los pequeños actos de rebeldía, los pasitos de bebé para hacer que la vida duela menos.


1 comentario:

[.Moi.] (. @szanyuku ) dijo...

"...y me voy a repetir mil veces que estoy actuando la sobrevivencia, los pequeños actos de rebeldía, los pasitos de bebé para hacer que la vida duela menos...."

puff!... me mataste con ese final...

Me quedo con éstas letra lo que queda del día...